La Meditación
Cuando el espíritu es entrenado a fijarse en un punto exterior o interior durante un largo tiempo para llegar a eliminar toda distracción y cuando se puede dejar correr sin interrupción, el flujo del pensamiento en una dirección única, concentrando éste en un tema definido, se obtiene el Dhyana, es decir, el estado de meditación.
Así, las actividades ordinarias de la mente y de los sentidos deben aquietarse enteramente para que el alma pueda liberarse y ascender a los estados superiores de la consciencia, adquiriendo el fundamento de una libertad y autodominio perfectos.
Durante la meditación, el cuerpo está en reposo, en el silencio. El pensamiento se asimila al Prana (fuerza vital). El cuerpo está como durante el sueño sin soñar. La respiración es el único signo de vida. Como en el sueño, el hipotálamo se recarga durante la meditación. Entonces se puede concluir que, si el sueño es un reposo reparador, la meditación es un reposo consciente y que, por consiguiente, porta en ella importantes efectos terapéuticos.
La meditación nos ayuda a:
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Deshacernos de conflictos emocionales, de desacuerdos interiores y de tensiones psíquicas.
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Purificar completamente el espíritu y lo libera de las obstrucciones inconscientes.
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Suscitar la manifestación de la luz interior que está en el origen de la iluminación de la consciencia del Yo.
De esta forma, se accede al corazón de los valores más altos de la vida.
Se puede elegir como tema de meditación el Yo-Supremo, la existencia pura o también el Valor Universal. Los métodos tradicionales más corrientes consisten en centrar nuestra atención sobre un objeto que tenga una significación personal o sobre un símbolo universal.
Un hindú, por ejemplo, fijará su elección entre las divinidades que le son familiares; Shiva, Vishnou, Krishna, Kali o cualquier encarnación divina; o por supuesto “AUM”, la sílaba sagrada considerada como un símbolo de lo Absoluto en la religión hindú.
Para un budista, las representaciones de Buda, del Lotus, o de la Rueda, pueden ser temas de meditación.
La imagen de Cristo o de la Cruz será elegida de preferencia por un cristiano.
La estrella de David en el judaísmo y Media luna del primer cuarto de la luna nueva en el islamismo, pueden ser sujetos de meditación.
En resumen, según la fe, cada uno elegirá el pensamiento elevado o el símbolo espiritual sobre el cual prefiere meditar.
La meditación depende de tres factores fisiológicos principales:
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Se debe tomar una postura firme y confortable, sino la práctica de la meditación es imposible. Tomar una postura firme significa mantenerse para perder la sensación de poseer un cuerpo. La mínima incomodidad en la postura distraerá constantemente el espíritu; se debe elegir una postura que permita mantenerse inmóvil durante un largo momento sin sentir una sensación de incomodidad.
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Se debe mantener la columna vertebral y la cabeza en una actitud rigurosamente derecha, pero sin crispación. Todos los antiguos textos sobre el Yoga insisten en la necesidad de mantener la columna vertebral derecha durante la meditación para evitar la compresión de los órganos abdominales que supone una posición curva, lo que provoca el estreñimiento y favorece muchos otros desórdenes. Existe otra razón para mantenerse derecho: los nervios del coxis y los nervios sacros reciben así una irrigación más rica de sangre que los revitaliza.
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Durante las posturas de meditación, debido a un menor gasto de energía muscular, los pulmones y el corazón disminuyen su movimiento. La producción de gas carbónico está en su estado mínimo. La respiración se vuelve ligera, casi abdominal, al punto que a penas se siente. En estas condiciones, el espíritu está casi completamente desligado de las distracciones que ocasionan los movimientos físicos, y puede entonces interiorizarse en una calma perfecta.
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Dr. Eduardo Calixto
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