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Oxígeno                                                         Respiración

Los pulmones un árbol al revés

Para llevar a bien esta incesante labor, disponemos de un conjunto orgánico: el aparato respiratorio. Este se parece a un árbol al revés, cuyas ramas (los bronquios y los minúsculos bronquiolos) bajarían a la tierra y cuyo tronco (la traquea) levantaría su base hacía el cielo.

Este árbol está envuelto por dos gruesas "esponjas", los pulmones, constituidos de minúsculos sacos que se sostienen de  los bronquiolos. A la edad adulta, poseemos alrededor de 300 millones de alvéolos pulmonares. Es aquí que se desarrolla el intercambio gaseoso: la sangre cargada de desechos, llega, descarga su carga a través de las paredes arácneas de los minúsculos vasos sanguíneos y se recarga en oxígeno de la misma manera. Puesto en plano este tejido alveolar se extendería sobre una superficie de 100 m².

Función consciente e inconsciente

La respiración es la única de nuestras funciones orgánicas que es inconsciente e inconsciente a la vez. En la noche, respiramos mientras que estamos sumergidos en un profundo sueño. En el día, la mayor parte del tiempo, respiramos sin pensar: el pecho se levanta, el diafragma se rebaja para aumentar el volumen de los pulmones, el aire penetra, se difunde y se producen los intercambios sanguíneos, luego el movimiento se invierte, el diafragma remonta, el volumen de los pulmones disminuye, el aire es expulsado. Esto sucede de 15 a 20 veces por minuto durante toda nuestra vida.

Si lo deseamos podemos parar la respiración, acelerarla , disminuirla... Podemos controlar la respiración. Todas las otras funciones del cuerpo pertenecen a una u otra de estas categorías: los gestos voluntarios no pueden realizarse fuera de nuestra decisión consciente; pro nuestro corazón, que bate solo, queda fuera de nuestras decisiones, no podemos acelerarlo o retrasarlo voluntariamente.

Esta particularidad da a la respiración una dimensión suplementaria. Ella nos permite accionar controlándola, sobre todas las funciones vitales inconscientes. Cuando la retrasamos, al cabo de algunos minutos, el ritmo del corazón se calma también para adaptarse a la cantidad de oxígeno que debe distribuir. En ese momento, la presión arterial se modifica. Las funciones digestivas responden al mismo tiempo a las variaciones de  la respiración: los movimientos del diafragma amasan la zona abdominal, lo que mejora notablemente el funcionamiento de los órganos y combate el estreñimiento. La respiración interviene también en los esfuerzos musculares, el funcionamiento de la memoria, el buen estado de la piel, la concentración...

La respiración, espejo de nuestras emociones

La respiración es como un puente entre nuestro cuerpo y nuestra psiquis, entre nuestra vida vegetativa y nuestra vida íntima: nos permite actuar sobre nuestras emociones. Cuando somos presa de la alegría, del miedo, de la rabia, nuestra respiración se ve inmediatamente afectada. Se vuelve más rápida, más superficial. Esto se explica: de una manera arcaica, la emoción nos señala un evento inusual. Para reaccionar, vigilancia y capacidad de reacción serán necesarias. Las modificaciones del ritmo respiratorio nos alertan frente al hecho, que siempre fue potencialmente peligroso en el tiempo de las cavernas.

              La respiración es la única de nuestras funciones vegetativas sobre la que podemos actuar conscientemente.

Hoy en día, en nuestras actividades cotidianas, las emociones ya no tienen esta función, pero nuestro equipo biológico sigue siendo: un golpe de rabia, un espanto y nuestra respiración se altera. Felizmente, tenemos el poder de controlarla... Solo necesitamos disminuir el ritmo de la respiración y forzarnos por respirar profundamente para que el exceso de emoción fluya. No desaparece totalmente, pero la ola que amenazaba de ahogarnos, retrocede.

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