Cálculos biliares: una fuente constante
de enfermedad
Cálculos biliares
Las personas con enfermedades crónicas tienen a menudo miles de piedras que les congestionan los conductos biliares. Algunas piedras pueden haberse formado también en la vesícula. Si se eliminan esos cálculos por medio de la limpieza hepática y manteniendo una dieta y un estilo de vida equilibrados, el hígado y la vesícula reanudan sus funciones originales y la mayoría de los síntomas de malestar o patológicos empiezan a remitir. El paciente puede descubrir que la alergia persistente que sufría se suaviza o desaparece. Se disipará el dolor de espalda y mejorarán la energía y el bienestar. Eliminar los cálculos de los conductos biliares es uno de los métodos más expeditivos y eficaces que se pueden emplear para mejorar y recuperar la salud.
La mayor parte de los cálculos biliares del hígado están formados por los mismos componentes “inocuos” que se encuentran en el líquido biliar, siendo el colesterol el ingrediente principal. Muchos de los cálculos consisten en ácidos grasos y otras materias orgánicas que han ido a parar a los conductos biliares. El hecho de que la mayoría de esas piedras no sean más que bilis o materia orgánica coagulada hace que sean más o menos “invisibles” a los rayos X, a los ultrasonidos e incluso a una TAC (tomografía axial computerizada).
La situación es diferente en el caso de la vesícula biliar, en la que hasta un 20% de los cálculos están formados completamente por minerales, sobre todo por sales cálcicas y pigmentos biliares. Si bien las pruebas de diagnóstico permiten detectar fácilmente esas piedras endurecidas y relativamente grandes de la vesícula, suelen pasar por alto las más blandas y no calcificadas del hígado. Sólo cuando un número excesivo de piedras formadas a base de colesterol (85 al 95% de colesterol) u otros terrones de grasa bloquean los conductos biliares, un examen ultrasónico puede revelar la existencia de los que se denomina un “hígado graso”. En ese caso, las ecografías muestran un hígado casi completamente blanco (en vez de negro). Un hígado graso puede albergar más de 20.000 cálculos antes de agotarse y dejar de funcionar por completo.
Los cálculos que se forman en el hígado pueden tener todas las formas y colores. La mayoría son de color brillante o verde oscuro, aunque también los hay de color blanco, rojo, negro o marrón. Estos cálculos se deben a una ingesta excesiva, a una dieta y a un estilo de vida poco saludables y al estrés y la rabia reprimida. A medida que las piedras aumentan en número y tamaño, las células del hígado se ven forzadas a reducir la producción de bilis. En condiciones normales, el hígado produce más de un litro de bilis al día. Ésa es la cantidad necesaria para que el intestino delgado digiera los alimentos como es debido. Cuando se bloquean los principales conductos biliares, apenas un cuarto de esa cantidad seguirá su camino hasta el tracto intestinal. La falta de secreción biliar no sólo afecta a la digestión, sino que además impide que el hígado se deshaga de las toxinas y expulse los cálculos de los conductos biliares. Debido a ello, la bilis se torna tóxica. Parte de esa bilis tóxica llega a la sangre, con lo que afecta a todos los órganos vitales, incluido el cerebro. También repercute negativamente en la circulación sanguínea del hígado, ya que las paredes de los vasos sanguíneos hepáticos (vasos sinusoides) se atoran cada vez más. Por esta causa, la LDL y la VLDL (lipoproteínas de baja y de muy baja densidad, llamadas también colesterol malo) tienen cada vez más dificultades para abandonar el flujo sanguíneo, lo que comporta un aumento del nivel de colesterol en la sangre.
Puesto que los cálculos biliares son porosos, en ellos pueden quedar atrapadas diversas toxinas, bacterias, virus, parásitos y quistes que pasan a través del hígado. Los cálculos son una fuente constante de infecciones que introduce en el organismo un número cada vez mayor de nuevas bacterias. Los continuos intentos de superar las inflamaciones intestinales, cistitis, candidiasis, úlceras estomacales, enfermedades infecciosas o cualquier otra de las dolencias anteriormente señaladas fracasarán probablemente si no se eliminan del hígado los cálculos que albergan bacterias.
En ocasiones, uno o varios cálculos quedan atascados en el conducto biliar –vaso que une el conducto biliar común con la vesícula- o en el propio conducto biliar común. Cuando esto sucede, las paredes del conducto sufren fuertes contracciones espasmódicas a fin de impulsar hacia delante las piedras. Esas contracciones causan unos dolores insoportables que se irradian a todo el abdomen, la espalda e incluso a piernas y brazos.
Si la vesícula biliar está llena de cálculos también pueden producirse contracciones musculares extremadamente dolorosas, un fenómeno que se denomina ataque de la vesícula biliar. Los cálculos biliares desencadenan irritaciones e inflamaciones en las paredes de la vesícula, en el conducto biliar común y en el conducto cístico. Es posible que vengan acompañadas de una infección microbiana. En la actualidad, más de 20 millones de norteamericanos, por ejemplo, sufren trastornos de la vesícula y cada año alrededor de un millón opta por someterse a una costosa intervención quirúrgica.
Cuando a una persona le extirpan la vesícula biliar, puede experimentar un gran alivio de los dolorosos ataques agudos que sufría y es probable que también mejore su digestión durante un breve espacio de tiempo. Ello se debe a que tendrá comparativamente más bilis disponible para el proceso digestivo. La desventaja, sin embargo, es que ahora segregará bilis a cuentagotas imanto todo el día, en vez de hacerlo en grandes cantidades cuando el cuerpo la necesita, es decir, cuando ha de digerir un alimento. La bilis, a menos que se mezcle con alimento, ocasiona daños en las paredes intestinales. Además, dado que el paciente aún tiene piedras en el hígado, lo más probable es que vuelva a padecer problemas digestivos, o incluso que éstos se agraven. Una consecuencia común es el excesivo aumento de peso. Asimismo, pueden intensificarse otros problemas de salud ya existentes, como dolores, asma, bursitis, enfermedades del corazón y artritis.
Si los cálculos se atascan en la confluencia del conducto biliar común del hígado y la vesícula con el conducto pancreático, generalmente se produce una ictericia y una pancreatitis aguda. Estos trastornos pueden causar finalmente tumores cancerosos en el páncreas y otras enfermedades.
Con una limpieza hepática y vesicular es posible eliminar de modo fácil y seguro los cálculos biliares de todo tipo, tamaño y cantidad.
Fuente:
Los secretos eternos de la salud, Medicina de vanguardia para el siglo XXI, Andreas Moritz, 2008.