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Cuerpo espiritual

Cuerpo espiritual

Se puede decir que es como nuestra Aura superior. Se encuentra rodeando la cabeza de nuestro Ser Superior y está compuesto de siete bandas circulares de colores vibrantes, vivientes, inteligentes, formadas por energía y  virtudes divinas. Estas bandas están en relación con las esferas de consciencia divina.

Este cuerpo espiritual nos une con lo divino y lo puro. El cuerpo espiritual es nuestra parte divina y es inmortal, él nos ayuda a comprender el sentido de nuestras vidas. El cuerpo espiritual es el que tiene mayor índice de vibración.

 

Nuestro cuerpo espiritual varía de tamaño y calidad de acuerdo a la cantidad de energía calificada constructivamente por nosotros a través de las edades, ya que su trabajo consiste especialmente, en recoger todas las cosas positivas y buenas que hemos hecho en cada existencia, y retenerlas hasta que nuestro mundo físico y nuestros vehículos inferiores estén lo suficientemente armonizados para poder recibir el beneficio de este depósito de bien. Por ello es que él es el encargado de suministrarnos todo lo que pidamos en gracia de Dios y de lo cual seamos merecedores. En consecuencia, el cuerpo causal es el que reúne la información de todos los tesoros, de todas las buenas obras que hemos hecho a lo largo de todas las existencias y es el encargado de suministrarnos todo lo que pidamos y deseemos.

 

 

El cerebro humano es un generador inagotable de energía cósmica de una calidad sumamente refinada, a partir de la energía inferior bruta de la Naturaleza; y el Adepto completo se ha hecho a sí mismo un centro del cual irradian potencialidades que engendran correlaciones sobre correlaciones a través de los Eones del tiempo por venir. Esta es la clave del misterio de que sea capaz de proyectar las formas y materializarlas en el mundo visible que su imaginación ha construido a partir de la materia cósmica inerte en el mundo invisible.

 

Existe ignorancia acerca de la dispersión y concreción de la energía cósmica en sus aspectos metafísicos; . . . Vemos una vasta diferencia entre las calidades de dos cantidades iguales de energía gastadas por dos hombres de los cuales uno, supongamos está en camino a su tranquilo trabajo diario, y el otro en camino de denunciar a un semejante en la estación de policía, . . . También se ve una diferencia especifica entre la energía en el movimiento del viento y el de una rueda girando.

Porque todo pensamiento del hombre, al ser desarrollado, pasa dentro del mundo interior y se convierte en una entidad activa al asociarse –lo cual nosotros podríamos calificar de unión con un elemental– es decir, con una de las fuerzas semi-inteligentes de los reinos de la creación. Ella sobrevive como una inteligencia activa –una criatura engendrada por la mente– por un periodo más largo o más corto en proporción a la intensidad original de la acción cerebral que la generó. Así, un buen pensamiento se perpetúa como un poder activo, benéfico; uno malo como un demonio maléfico.

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