El poder del espíritu
“Si la materia es poderosa, el pensamiento es todopoderoso”
Swami Vivekananda
Se ha constatado que el cuerpo reacciona a los más mínimos impulsos del espíritu. En cambio, si el cuerpo está enfermo, el espíritu también cae enfermo, y si el cuerpo está sano, el espíritu sigue sano. Así mismo, si el espíritu es perturbado, el cuerpo también colapsa. En general, las personas fuertes y sanas son de un temperamento tranquilo, mientras que los seres débiles y en mal estado de salud se irritan fácilmente. Pero la influencia del espíritu sobre el cuerpo es mucho más poderosa que la influencia del cuerpo sobre el espíritu.
Evolucionamos según como dirigimos nuestros pensamientos ya sea de manera positiva o negativa. Un individuo reacciona según lo que piensa y cosecha lo que sus actos ha sembrado.
Examinemos ahora la poderosa influencia del espíritu sobre el cuerpo, particularmente bajo el aspecto emotivo. Las emociones pueden ser ya sea suaves, o violentas, positivas o negativas.
Cuando las emociones están en su exaltación extrema, se les llama pasiones.
La cólera, el odio, los celos, el miedo, la desesperanza, etc., son emociones negativas y nos percibimos que tienen repercusiones más o menos profundas en nuestro cuerpo, según su grado de intensidad. Los frecuentes trastornos sentimentales afectan todo el sistema nervioso, y pueden provocar enfermedades. Las repetidas perturbaciones del sistema nervioso hacen degenerar las glándulas endocrinas. En este caso se puede envejecer y hasta morir prematuramente.
Puede pasar que los cuerpos más enérgicos queden paralizados por un miedo invasivo. Las constituciones más fuertes son destrozadas a fuerza de preocupaciones. Durante una crisis de rabia, se pierde el control de los nervios y se provocan actos de los que luego se arrepiente.
Pero existen también emociones positivas, como la esperanza y la confianza. Estas favorecen el buen estado del sistema nervioso y vuelven el cuerpo sano. El amor, la alegría y la felicidad aportan la paz al espíritu y nos hacen optimistas.
No obstante, cuando las emociones son repentinas y violentas, ya sean positivas, como la alegría o negativas como la pena, pueden ser mortales, puesto que crean un trastorno interno que puede ser fatal.
Esto nos comprueba que el espíritu es bastante fuerte para influenciar, en todo punto de vista, nuestro cuerpo. Es claro que un entrenamiento físico no dará jamás los resultados esperados, si no es sostenido por una disciplina mental. Ésta siempre debe adelantarse a la disciplina física.
¿Podemos construir una buena salud, un sistema nervioso poderoso y un buen funcionamiento de nuestras glándulas endocrinas si permitimos a nuestro espíritu errar en todas las direcciones?
Es por esto que todos los libros antiguos sobre Yoga, como el Yoga Shastra, el Hatha-Yoga Pradipika, y el Yoga Sutra de Pantanjali declaran que las “Yamas” (la disciplina mental), y las “Niyamas” (la purificación mental), deben ser practicadas en primer lugar, y las “Asanas” después.
Yamas et Niyamas son principios de buena conducta, cuando las seguimos nos dan una paz suprema del espíritu. Cuando, el ser es liberado de toda emoción violenta; desarrolla su fe en él mismo, conserva un optimismo inquebrantable y una visión clara.
Ahimsa (la no violencia), Satya (la verdad), Asteya (la ausencia de robo), Brahmacharya (la castidad) y Aparigraha (la ausencia de envidia, codicia) son Yamas, reglas de buena conducta para la sociedad como para el individuo.
Saucha (la pureza del cuerpo y del espíritu), Santosa (la satisfacción), Tapas (la disciplina del Yo y la austeridad), Suadyaya (el estudio del Yo) e Ishwara Pranidhana (la sumisión al Señor o la contemplación) son Niyamas, es decir, reglas de purificación del Yo que se refieren a la disciplina personal.
Para los que siguen el camino espiritual, la práctica rigurosa de los Yamas y de los Niyamas es absolutamente necesaria. Los que siguen el Yoga, en tanto que cultura física y mental solamente y como terapia, pueden practicar los Yamas y los Niyamas en vista de mantener un espíritu sano y aumentar su fuerza interior. En sentido corriente, su práctica en una escala modesta es suficiente y necesita solamente la moderación en todas las costumbres de la vida cotidiana.
Cuando nuestra energía mental o nuestra consciencia está bien disciplinada, podemos proyectarla a pedido hacia alguna parte de nuestro cuerpo e, inmediatamente, sentimos una reacción, una especie de sensación de bienestar. Esto se debe a la abundancia del flujo sanguíneo dirigido hacia esta parte del cuerpo. De esta manera, podemos fortificar y animar gradualmente cada parte de nuestro cuerpo.
Después de todo, la enfermedad es sólo la expresión de la mala repartición de las fuerzas vitales a través del cuerpo humano.
Cuando las corrientes de energía vital están en desequilibrio, la estabilidad del cuerpo es trastornada y somos víctimas de toda especie de irregularidad. A este estado le llamamos: enfermedad.
Si estas corrientes de fuerza vital son dirigidas conscientemente y de igual manera hacia todas las partes del cuerpo, nos podemos sanar restableciendo nuestro equilibrio y reencontrando una armonía mental y física perfecta.
“Entonces, la prevención, tanto como la sanación de las enfermedades,
deben comenzar en el espíritu.
La prevención es mejor que el remedio.”